Un gol del ’10’ del Celta ante una falta a la que Griezmann opuso un giro deja a los azulgrana malheridos en la lucha por el título (2-2).
El Barcelona se derrumba en la Liga, incapaz de soportar el ritmo de cualquiera que le ponga ganas. En Balaídos, pese a un primer tiempo estimulante, pese a los dos goles de Luis Suárez, acabó pagando un alto precio por su habitual miedo al vacío. Primero perdió la sonrisa. Después, la pelota. Hasta que un latigazo de libre directo de Iago Aspas, viejo azote, incrustó a los de Quique Setién en la desesperanza. Griezmann se giró en la barrera y perdió de vista una pelota a la que nunca podría llegar Ter Stegen. Un ménage à trois infernal que obliga al recuerdo de Stojkovic, Míchel y Zubizarreta en Italia ’90. Entonces, España quedó fuera del Mundial. Ahora, el Barcelona tendrá que soñar no solo con que cada partido a domicilio deje de ser una tortura (25 puntos perdidos), sino con que el Real Madrid se abandone. Ni una cosa ni la otra parecen sencillas. [Narración y estadísticas (2-2)]
Leo Messi cree en Luis Suárez. Para lo bueno, y también para lo malo. Sabe que su amigo está demasiado cerca del anochecer. Que la rodilla ya reventó y los tobillos son de metacrilato. Pero que nunca encontrará a un aliado con la fuerza de voluntad del uruguayo, un delantero tan extraño, a veces tan tosco, a veces tan delicado, que no es difícil pasar del escarnio a la adulación. Suárez, asistido por Messi, reivindicó su legado en Balaídos con dos tantos (193 como barcelonista) que le dejan a uno de Kubala. Pero que ni siquiera fueron suficientes para que el Barcelona concluyera la tarde con el mismo gesto de frustración que le viene acompañando desde Roma. Desde Liverpool. Desde que pensó que con un cambio de entrenador bastaría para alejarse de la bruma.