El mandatario reordena su gobierno y anuncia una querella contra el ex vicepresidente que denunció una trama corrupta.
Josep Maria Bartomeu es uno de aquellos hombres imperturbables. Nada parece afectarle. Ya puede ser virulenta la crisis, que siempre encuentra la manera de salir indemne. De atornillarse a la silla. Por mucho que su gobierno se parta en dos a un año del final de su mandato, con seis dimisiones en bloque en pleno Jueves Santo. O por mucho que el heredero a quien había ungido, Emili Rousaud, denuncie una trama de corrupción por el escándalo de las cuentas fake. El presidente del Barcelona, lejos de advertir el final de la escapada, continúa adelante. Y, ahora sí, al frente de una junta directiva que le ha prometido absoluta fidelidad.
La dimisión de los vicepresidentes Emili Rousaud y Enrique Tombas, de la secretaria de la junta, Maria Teixidor, y de los vocales Silvio Elías, Josep Pont y Jordi Calsamiglia, ha obligado a una profunda reestructuración. Quien sabe si la última en un mandato en el que, entre directivos y altos ejecutivos, se han amontonado hasta 21 salidas.
Jordi Moix, uno de los grandes escuderos de Bartomeu durante toda su trayectoria vital y responsable del faraónico Espai Barça, es quien sucede en el cargo a Tombas y asume la vicepresidencia económica y patrimonial. La vicepresidencia institucional, ocupada durante poco más de tres meses por Rousaud, cae en manos de Pau Vilanova, siempre vinculado al mundo de las peñas. Oriol Tomàs, uno de los directivos que se había postulado como presidenciable, ha sido ascendido a vicepresidente del área comercial. Javier Bordas pasa a ser directivo responsable del primer equipo, mientras que Xavier Vilajoana, tras un tiempo en que postuló con las ideas de los dimisionarios, se encargará del Barça B, el Juvenil, el fútbol formativo y el femenino.