El equipo de Paco López exprime los desajustes en defensa de un equipo verdiblanco que despertó demasiado tarde (4-2).
No es el Levante un equipo avasallador. Pertenece al pelotón de los currantes, ese grupo que arranca la Liga sin más pretensión que sostenerse. La gen diferenciador de los granotas que le inoculó Paco López hace tres temporadas es que no flaquean nunca. Si el partido se tuerce, aprietan los dientes sin renunciar a su estilo reconocible y alegre. Pero si huelen fragilidad en el rival, asestan golpes definitivos. Eso fue lo que hizo con el Betis. Lo descosió con cuatro latigazos letales. [Narración y estadísticas (4-2)]
Están los verdiblancos mudando la piel. Andan cabizbajos al verse lejos de la pelea europea con la que soñaban, como poseídos por la melancolía e intentando revolverse para no salir más dañados. Saben que su lastre ha sido una fragilidad en defensa que convertía en improductivo su talento en ataque, pero en dos partidos Alexis no ha conseguido que se sacudan su naturaleza, que volvió a aparecer en el Camilo Cano.
Pudieron encontrarse el partido de cara en un carga de Rochina a Fekir que el árbitro vio legal y de nuevo con un disparo cruzado del francés que se paseó por el área sin rematador. Hasta Loren se animó a probar desde fuera del área en los minutos iniciales de tanteo.
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