Era el partido del tembleque como quizá no haya habido otro en esta Liga. Se enfrentaban dos equipos, Alavés y Getafe, que creyeron tener sus respectivas faenas casi hechas antes del confinamiento, pero a los que el reinicio de la competición les ha puesto al borde del desplome. No es lo mismo, claro, pues no es comparable quedar fuera de Europa con descender en Segunda, pero al fin y al cabo ambos tienen algo que defender y temen no contar con los suficientes armas para lograrlo.
Con este escenario, el empate parecía la única solución posible en Mendizorroza. Tanto miedo a perder tenían ambos que no arriesgaron lo más mínimo en busca de un beneficio mayor. Lo tuvo más cerca el Getafe, con un disparo al palo de Cucurella y un gol de Hugo Duro bien anulado por mano, pero desde muy pronto se adivinó que el reparto de puntos sería el resultado final. Para el Alavés, el empate supone distancia a cuatro puntos a Mallorca y Leganés a falta sólo de seis por jugarse, mientras que el Getafe, ahora empatado en la sexta plaza con la Real Sociedad, ve al Athletic a solo ya tres puntos. Ambos tendrán que sufrir en lo poco que queda.
Sin Etxeita, Nyom y Damián, los tres sancionados por la tangana del final del duelo contra el Villarreal, Bordalás se vio obligado a componer una defensa tan inédita como extraña. Cabaco, un central, fue el elegido para ocupar el lateral derecho y Timor, un centrocampista, acompañó a Djené en el centro de la zaga azulona. Entre unas cosas y otras, en el banquillo del Getafe en Mendizorroza sólo había ocho jugadores (ahora puede haber hasta 12), incluyendo dos porteros. Muñiz, por su parte, dispuso una alineación que, a excepción quizá de la suplencia de Camarasa, también habría firmado su destituido antecesor, Asier Garitano.
Jugara quien jugara, ya se podía intuir cuál iba a ser la dinámica del partido. Por decirlo con suavidad, no parecía que fuera a ser un encuentro agradable de ver y, en efecto, no lo fue. Durante toda la primera mitad, todo se limitó a jugadas a balón parado, bien lanzamientos de falta, bien saques de esquina, en las que los porteros ni siquiera de sintieron mínimamente intimidados. Sólo un derechazo de Cucurella que reventó uno de los palos de Roberto sacudió tímidamente un tedio muy condicionado por el miedo de ambos a irse a cada de vacío. El Getafe tuvo bastante más de dominio, pero no le sirvió para marcharse al vestuario con ventaja en el marcador.